Noviembre 2012
Ya se había escuchado desde el siglo IXX: algunos investigadores se familiarizaron con los restos de la cultura Maya y dedujeron que el calendario de esa extinta cultura por alguna misteriosa razón establecía una fecha curiosa: el 2012 se alcanzaría el fin de una era y si bien no era razonable hablar de un “fin del mundo” el inicio de un nuevo “Katún” marcaría serias transformaciones en el planeta tierra. Ciertos egiptólogos por su parte, en investigaciones independientes a los estudios centroamericanos, descubrieron que ni las pirámides ni la esfinge eran meros monumentos funerarios y con escepticismo inicial y alarma final, arribaron a la conclusión de que la razón de la construcción de estos gigantescos monumentos era el dejar una constancia y advertencia: el planeta tierra es un cuerpo dinámico que está sujeto a periodos cósmicos complejos: así como gira sobre su eje y se traslada alrededor del sol, en función de fuerzas cósmicas de extensiones inimaginables, sufría grandes alteraciones en períodos de miles de años; los monumentos ubicados en el actual Egipto debían prevenir a los humanos futuros sobre los efectos de dichas fuerzas; desde las presesiones equinocciales hasta serias alteraciones del campo magnético, el planeta estaba destinado a sufrir grandes alteraciones a su órbita y polaridad en una fecha que se aproximaba al final de la primera década del tercer milenio del calendario occidental. Los medios de comunicación publicaron en ciertas oportunidades información sobre estos hallazgos, mas en momento alguno se llegó a darle mayor importancia. Los académicos hacían acres comentarios al respecto y entre ironías y sensacionalismo, el mundo se preocupaba mas por los campeonatos de fútbol, las explosiones en el Pentágono y en el palacio de Buckhingam, las graves inundaciones en China y Nuevo México, la muerte de decenas de senadores norteamericanos, las sangrientas rebeliones palestinas, la grave crisis de los hidrocarburos, las explosiones de las plantas nucleares de Könninsberg, la caída de la bolsa de valores norteamericana, la pandemia de una nueva cepa de varicela mortal para el hombre, los enfrentamientos pavorosos en África entre etnias, la desaparición de los anfibios terrestres, del atún, la caballa, y los cangrejos de las nieves en los océanos, la agonía del Amazonas y aunque parezca increíble, la polémica desatada con la última Miss Mundo que resultó ser un homosexual operado. El tema es que en julio del 2012, mientras varios países decidían mantener sus fronteras cerradas y se sacrificaban millones de reses para evitar la pandemia que cobraba cada día miles de vidas, una serie de graves terremotos sacudió las principales fallas de las placas continentales, con el agravante de que mas de setenta volcanes hicieron erupción e inmensas marejadas asolaron las costas de todos los continentes. Ya no pudiendo mantener a las masas distraídas con fútbol, travestis y supuestos terroristas islámicos, los gobiernos del mundo tuvieron que realizar una cumbre extraordinaria: ¿qué era lo que exactamente estaba ocurriendo en un planeta super poblado y estremecido por violentos fenómenos? Empleando cobertura satelital, a fines de agosto, se leyeron las conclusiones: de acuerdo a los mejores especialistas de Harvard, Yale, el MIT, Oxford, Cambridge, Lovaina y otras renombradas instituciones universitarias, no existían razones para suponer una relación causal entre los movimientos sísmicos, los desastres meteorológicos recientes y las convulsiones sociales; de acuerdo a estas celebridades, el principio del equilibrio pronto determinaría que las condiciones se normalicen, pidiendo a los habitantes del planeta esfuerzos por no agravar las crisis. Se crearon fondos de ayuda internacional, y se dispuso la unión de esfuerzos para superar las tragedias y enfrentar los hechos con raciocinio; como epílogo, el Papa romano, rodeado de archimandritas ortodoxos y varios ministros de las iglesias evangelistas, se dirigieron al planeta pidiendo mantener la calma, desmintiendo cualquier rumor de fin del mundo. Tales declaraciones parecieron surtir efecto, sobre todo en las bolsas de valores de las principales economías, y hasta inicios de octubre las estructuras de gobierno recibieron un respiro y se dieron pasos para asumir acciones que enfrenten la infinidad de emergencias. Nadie podía empero dejar de observar en caucásicos, orientales, americanos y africanos, una actitud de desesperación e incertidumbre, ¿cómo digerir las incontables muertes y tragedias que recientemente se venían dando? Una resolución importante de la comunidad de naciones fue el de prohibir tácitamente la emisión de noticias o comentarios que se relacionen con ideas de tipo apocalíptico: Dios no habría resuelto acabar con la vida en el planeta como castigo, ni era cierto que se avecinaba una hecatombe mundial, ni los mayas o egipcios tenían idea alguna de lo que en su momento plantearon: los medios de comunicación fueron forzados a emitir solo noticias censuradas y se les obligó a privilegiar en sus emisiones series cómicas y frívolas que recapitulando las series “Friends”, “Los Simpson”, “Star Wars”, “Dalma y Greg”, “Charmed”, y similares mantendrían a la población apartada de toda inquietud mayor a la que vivían cotidianamente. Hasta que llegó la madrugada del 23 de octubre: ni un solo punto del globo dejó de sentir el terremoto global que echó por tierra todos los intentos de control planetario; la catástrofe acabó prácticamente con toda calma y ricos, famosos, poderosos y gente común comprendió que el mundo que habían conocido hasta entonces se encontraba expirando ante sus ojos. Habiéndose resuelto generar una cadena de información única y planetaria, quienes aun podían hacerlo, veían televisión u oían radio en una misma señal que testarudamente insistía en leer pasajes bíblicos y pasar información sobre medidas que superarían las críticas condiciones que sufría el globo. La ley marcial se dictó en todos los países y curiosamente, todos los estados se arrodillaron ante el gobierno norteamericano que –en franca muestra de hegemonía- dictaba desde meses antes órdenes y legislaba sobre el planeta, a excepción de restringidas regiones que consecuentemente resolvieron mantener su rebeldía contra los poderes del mayor imperio capitalista que conociera la historia. Todo fue en vano: a cuatro días de iniciarse el plenilunio de noviembre, la tierra entera empezó nuevamente a temblar, y no se detuvo ni apaciguó. Cientos de ríos perdieron su cauce, miles de ciudades quedaron desiertas y en un clímax de horror, la noche del 17 de noviembre, el planeta pareció detenerse: el día 18 de noviembre del 2012, duró 57 horas y cuarenta y nueve minutos. La faz del planeta expuesta al sol por esas veintiocho horas expuso a los seres vivos a cantidades tales de radiación que en dos semanas solo quedaron rastros de vida; la parte sumergida en penumbra sufrió tal descenso de temperatura que marcó la extinción de muchas especies y millones de humanos entregaron sus almas en tal oportunidad. Desde diciembre del 2012, los escasos habitantes sobrevivientes debieron soportar nuevos maremotos y terremotos para los cuales no existía escala alguna y en la anarquía total, el gobierno mundial instalado recientemente desapareció como consecuencia de la pérdida de comunicaciones y lo que es peor, la desaparición en las entrañas de la tierra de quienes intentaron gobernar al mundo desde las montañas Norteamericanas, horadadas décadas atrás como protección de ataques termonucleares que nunca ocurrieron. Demás está decir que la contaminación emergente del colapso de todas las bases de generación de energía nuclear se encargó de inmensas áreas, los derrames de químicos letales y petróleo hicieron un similar y funesto trabajo y gigantescas tormentas huracanadas agravaron más aun la tragedia. El 1º de enero del 2013 solo algunos miles de humanos recordaron el inicio de un “año nuevo occidental” y quienes contaban con medios para señalar el polo magnético se sorprendieron al descubrir que la tierra poseía nuevos polos y nuevo ecuador. Al igual que un perro empapado en agua y fango, la tierra se había sacudido de encima en contadas semanas, el lodo que por demasiado tiempo la había concebido como “de su propiedad”; los pocos humanos que aun sobrevivían, ya no se creían los dueños de la creación, no pensaban que la tierra era un regalo de su errada noción de divinidad y con una mezcla de agradecimiento –por sobrevivir- y terror –ante una realidad aplastante- se postraban ante una fuerza universal que no tenía nombre en árabe, arameo, latín o idioma conocido alguno. P. S.- El amanecer del 8 de marzo del 2013 nació mi último hijo, solo tuve para él un techo improvisado, agua de vertiente y algunos objetos rescatados del reciente pasado. Sobre tres láminas de cobre, escribí este relato, para que en el futuro, este niño desamparado sepa que el orgullo humano es “pelusa de otoño” como Sun Tzu alguna ves llamó al sentimiento que hizo a muchos nombrarse emperadores, representantes de Dios en la tierra o lo que es mas trágico, imágenes del Creador. Solo espero morir una vez criado este nuevo ser, que nunca sabrá lo que es un archivo adjunto, un fórmula 1, fotos satelitales, una Miss mundo ni una copa WEFA; estoy plenamente convencido que –en ese sentido- no se perderá de nada, y por cuanto tendrá mucho que aprender y hacer, vivirá libre de las graves fallas que hicieron del humano un ser insolente y soberbio. Quien sabe él y quienes lo acompañen, sí podrán conocer la dicha construida sin la esclavitud ajena, la explotación infame de inermes seres vivos y el maltrato ciego a un planeta que estuvo antes que nosotros y todavía permanecerá orbitando al sol, una vez extinguido el último humano de su superficie. --------------------------------- Oscar Achá (XI –2005)
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